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Interés simple y compuesto

El interés simple es una forma básica de cálculo de intereses en la que se aplica un porcentaje fijo sobre el capital original a lo largo de un período de tiempo determinado. En este tipo de interés, el monto generado en cada periodo es constante, ya que el cálculo no toma en cuenta los intereses acumulados previamente, sino únicamente el capital inicial. Este método es común en préstamos a corto plazo y en instrumentos financieros básicos, como algunos créditos personales.

El interés compuesto, a diferencia del interés simple, considera tanto el capital inicial como los intereses generados en períodos anteriores. Esto significa que en cada periodo, los intereses se reinvierten, aumentando el monto total sobre el cual se calcula el interés en el siguiente periodo. Esta modalidad hace que el capital crezca de manera exponencial a lo largo del tiempo. Es muy utilizado en inversiones a largo plazo, como cuentas de ahorro o fondos de inversión, ya que maximiza el rendimiento al capitalizar los intereses.

La principal diferencia entre el interés simple y el compuesto es que el interés simple se calcula solo sobre el capital original, mientras que el compuesto incluye los intereses acumulados. Esta diferencia se traduce en que el interés compuesto genera un crecimiento acelerado del capital con el tiempo, mientras que el interés simple produce un crecimiento lineal. Para un periodo corto, ambos tipos de interés pueden parecer similares, pero a medida que el plazo se extiende, el interés compuesto es considerablemente más rentable, haciendo que sea la opción preferida para inversiones a largo plazo.

El interés simple es fácil de calcular y entender, y resulta útil para quienes buscan retornos rápidos sin necesidad de reinvertir. Sin embargo, su principal desventaja es que no aprovecha el efecto de acumulación. El interés compuesto, por otro lado, ofrece la ventaja de generar un rendimiento cada vez mayor a largo plazo, gracias al efecto de capitalización. No obstante, también implica mayores riesgos en deudas, ya que el monto a pagar puede crecer rápidamente si no se hacen pagos periódicos. Elegir entre interés simple y compuesto depende de los objetivos financieros de cada persona, así como del horizonte temporal y la tolerancia al riesgo.

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