La inflación en México ha tenido un impacto profundo tanto a nivel personal como empresarial, afectando el poder adquisitivo y la capacidad de consumo de la población. Para las personas, el alza en los precios de productos básicos como alimentos, servicios y energía ha significado una disminución en su calidad de vida, pues los ingresos no crecen al mismo ritmo que los precios. Esta situación obliga a los hogares a reajustar sus presupuestos, priorizando necesidades esenciales y reduciendo gastos en otros rubros, lo cual, a largo plazo, impacta también en el bienestar general de las familias.
Las empresas, al percibir un entorno económico menos estable, pueden reducir sus planes de expansión o posponer proyectos, lo que frena el crecimiento económico en general.
L.C.C. Rodrigo A. Ramírez Venegas
En el ámbito empresarial, la inflación presenta retos significativos que pueden complicar la operación y rentabilidad de las empresas, especialmente de las pequeñas y medianas (pymes), que tienen menor margen de maniobra para absorber los aumentos en los costos. Las empresas se ven obligadas a adaptar sus estrategias, ya sea incrementando los precios de sus productos y servicios, renegociando contratos o reduciendo costos operativos. Sin embargo, estos ajustes pueden afectar la competitividad, sobre todo en un entorno donde los consumidores están más sensibles a los cambios de precios.
Además, la inflación genera incertidumbre económica, lo cual influye en la inversión y en la toma de decisiones a mediano y largo plazo. Las empresas, al percibir un entorno económico menos estable, pueden reducir sus planes de expansión o posponer proyectos, lo que frena el crecimiento económico en general. Por ello, tanto individuos como empresas buscan estrategias de adaptación y protección frente a los efectos inflacionarios, como el ahorro, la inversión en activos que protejan su valor y la diversificación de ingresos, con el fin de mitigar el impacto de una inflación persistente en el entorno mexicano.